“De vez en cuando se me ocurre pasar por aquel lugar donde me besaste por primera vez. De vez en cuando, otra vez la imposibilidad de no reconocernos en este espacio y en este tiempo, me da un golpecito en la nuca. Reconocer... hace varias noches (en sus más altas y profundas horas) pensaba sobre eso. Reconocer, re-conocer, volver a conocerte, a intentar otra vez (pero esta “otra vez” en serio) apostar a poder compartir algún que otro momento juntos.
Y todo es lindo por un instante, estoy en calma, una paz como negociada conmigo mismo. Puedo pensar tranquilo y todo está bien (es más, a veces esa paz se funde con un amanecer, y un frío matinal, violeta, pero ocurre sólo a veces, aunque alcance para sentir eso que llamamos “felicidad” ahí a mi lado, acompañándome); en esos instantes donde me reconcilio, se me ocurre pasar por ese lugar donde me besaste por primera vez, aquella noche donde todo pareció haber estado dicho, sin que hicieran falta las palabras.
Cuando me hablabas y me sonreías, cuando pensaba en que tal vez tus ojos pudieran ser espejos, tu mirada espejo, vos en tu plenitud espejo, ahí, infinita esa noche y para mí, hermosa hasta el más mínimo detalle, hasta hacer lograr eso de que me pierda en vos (una sensación que creí perdida, o muy escondida en el baúl del tiempo), con tu sola sonrisa y tu mano que tomó la mía y rompió en ese momento, violentamente, toda noción de tiempo y de espacio.
Y, ya en paz, me quedo con ese recuerdo tuyo, ese mágico hablar por hablar, y sonreír y no lograr acordarme bien cuándo pasamos de la charla al beso, del beso al abrazo, del abrazo al taxi y “sí, linda, mañana nos escribimos”, y nada más...”
UN CRONOPIO
Y todo es lindo por un instante, estoy en calma, una paz como negociada conmigo mismo. Puedo pensar tranquilo y todo está bien (es más, a veces esa paz se funde con un amanecer, y un frío matinal, violeta, pero ocurre sólo a veces, aunque alcance para sentir eso que llamamos “felicidad” ahí a mi lado, acompañándome); en esos instantes donde me reconcilio, se me ocurre pasar por ese lugar donde me besaste por primera vez, aquella noche donde todo pareció haber estado dicho, sin que hicieran falta las palabras.
Cuando me hablabas y me sonreías, cuando pensaba en que tal vez tus ojos pudieran ser espejos, tu mirada espejo, vos en tu plenitud espejo, ahí, infinita esa noche y para mí, hermosa hasta el más mínimo detalle, hasta hacer lograr eso de que me pierda en vos (una sensación que creí perdida, o muy escondida en el baúl del tiempo), con tu sola sonrisa y tu mano que tomó la mía y rompió en ese momento, violentamente, toda noción de tiempo y de espacio.
Y, ya en paz, me quedo con ese recuerdo tuyo, ese mágico hablar por hablar, y sonreír y no lograr acordarme bien cuándo pasamos de la charla al beso, del beso al abrazo, del abrazo al taxi y “sí, linda, mañana nos escribimos”, y nada más...”
UN CRONOPIO
Comentarios