“Imagino algún tiempo y espacio distintos, en los cuales tu voz rompa este silencio. Es que me cuesta, pero sobrevivo con penosa dificultad a tu recuerdo y al sabor amargo de enfrentar mis actos cotidianos sin saberte de mi mano, sin mirar a mi lado y encontrarte y encontrar la paz. Es cierto, sobrevivo las ausencias, aunque no las admito, aunque no te resigno. Es cierto que tus miradas y sonrisas me duelen, duelen en lo lejos y desnudas de razón (aparente). Pero desde el sur profundo de tu mirada, me llega la suave brisa de algo parecido a la salvación y quiero verte y besarte y hacerte sonreír se vuelve una cuestión de vida o muerte; sentirte tan mía como creí aquella vez en que la ciudad fue testigo silenciosa de nuestra propia, pequeña, infinita historia… Y pienso –en noches así me da por pensar(te)- que quizá, tal vez el amor sea eso: todo lo que pasa por el prisma de tus ojos, quizá lo sea nuestros encuentros, una vez cada demasiado tiempo; vos, yo, nuestras obligacio...
Algunos aman en amor la agitación como en el mar aman la tempestad (André Maurois)