Hace pocos días, encontré un papel simétricamente doblado a la mitad. De
un lado, fragmentos de un escrito judicial; del otro, lo que escribí automáticamente, de puño y letra, el agradecimiento que nunca llegó a vos, después del 'hasta mañana' y la sonrisa en consecuencia, uno de esos días donde todo era colores para vos y para mí. Palabras que hoy quisiera decirte, y no
se puede y por eso escribo.
Leí con cierta nostalgia mis propias palabras, porque te evocan de la
primera a la última a vos, pese a todo, pese a esperar (y actuar, porque tal vez también eso), deseando que todo
cambie.
“Todo era un constante gris hasta que te conocí, y teñiste cada día con
un color distinto, con ese color que imprime tu risa de todos los días, cada
acto, cada palabra... desde que te conocí, supiste ver en mí, eso que creía
perdido. La risa por la risa misma, recordarte y sonreír sin motivo aparente...
haberte conocido, fue haber encontrado la paz que uno busca, la locura que lo
saca de la rutina de todos los días, y lo simple y hermoso (y lo hermoso de lo
simple) de una persona.”
Dibujé la “T” como letra capital, debajo del texto tu nombre, en mi mente
tu imagen. Doblé el papel nuevamente, otro y otro pliegue.
Y hoy necesito mirarte a los ojos, necesito agradecerte por ese mar de sentimientos en tan poco
tiempo. Proponerte un cambio, recomenzar, desde cero. Que estés a mi lado,
estar a tu lado. Quiero recordarte, pero con tu sonrisa, esa que contagia a mi boca
y que mi boca imita. Tu sonrisa inolvidable, toda vos inolvidable. Antes de que
suceda lo realmente irrevocable, lo que definitivamente no se pueda cambiar.
Un Cronopio.
Comentarios