"Durante los meses que siguieron, sólo pensé en ella,
en la posibilidad de volver a verla"
(Sábato, E.; "El Túnel")
Las barreras del miedo a hablarte
El miedo a hacer el ridículo
Cuando a veces es demasiado lo que te extraño
Y otras no tan demasiado.
Durante el día, la rutina en saco y corbata me aleja un poco de este vacío que significa
Que llegue la noche y no estés acá o no esté allá
Y otra vez la angustia.
¿Será tan tarde como mi miedo propone?, ¿Será así de ensordecedor el silencio de esta noche,
que ya no es nuestra noche y que inmóvil me inquieta y asusta
y amarga y lastima en partes iguales?
La noche ya no es nuestra noche, de abrazos, de miradas cómplices
La complicidad también en aquella cama testigo del deseo y del desayuno,
de los 'Buenos días' en la piel, de las 'buenas noches' nuevamente entrelazados.
Y cómo extraño esas noches, y a vos en esas noches y a vos a secas.
Luego el miedo.
Sin embargo el miedo.
En la oscuridad de plomo de esta noche, el miedo.
Mañana por la mañana, a regañadientes volveré a la rutina de camisa arremangada
y manos con tinta, a los sellos y al proceso.
A regañadientes, porque sé que me espera otra larga noche —que no es nuestra noche,
de risas y cosquillas y 'hasta mañana, mi amor'-
Y ya no pensar en el verano de tu risa
ni en la paz de tus ojos, tu mirada de arroyo
el mejor remedio para el miedo de saberte (ahora sí) lejana, ahora más que nunca ajena
será evocarte hasta que no duelas
hasta que sentir tu perfume ya no signifique la desesperación
el impulso por salir a buscarte
hasta que el deseo sea deseo genuino y
no desear la que eras conmigo
hasta ya no mirar cada esquina esperando encontrarte
hasta poder caminar sin el anhelo de chocarte
de preguntarte cómo estás
Hasta no tener más ganas de saber de vos
vivir sin guardar esa tenue esperanza de volver a tu abrazo
el mejor remedio para el miedo es caer en la cuenta de que me encuentro solo, que el reloj detuvo su marcha, sufro tu ausencia y me resigno
Que en los recuerdos no hay más nada que otoño.
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