"Today your love, tomorrow the world"
(The Ramones)
Empecé a dibujarte, a transformarte en
poemas, en música y en recuerdos. Otra vez hoy, como cada tres, extrañé
nuestros lugares de encuentro, los símbolos: cada libro, los recitales,
las bandas que queríamos ver, los viajes que deseábamos hacer, los proyectos.
Porque se hace difícil no extrañar –entre tantos otros etcéteras imposibles de
enumerar- los mates viajeros, las rutas, nuestras manos entrelazadas en la
infinidad del asfalto hacia quién sabe qué destino elegido, pero a veces como
intuyéndolo por tu amor confeso y deliberado por el mar.
Como cada tres, como cada uno-dos-tres de los pasos
imaginarios que doy hacia vos; aquí y ahora te besé con toda la fuerza del
recuerdo que no quiero perder, prolongando ese beso que aún no logro rearmar y
que, sin saberlo, sería el último que nos íbamos a dar (y qué manera de masticar esta bronca por lo bajo).
Pienso que no era amor. Era mucho más que eso;
lo desbordabas completamente. No era amor, porque amanecer junto a vos, era una
nueva oportunidad para identificarme y reinventarme, para creer que ser feliz era
eso, un beso (el tuyo), una caricia (la tuya) de buenos días, desperezarse todavía somnolientos e
interrumpir ese acto en un abrazo necesario, tus abrazos como puertos de
llegada. Siempre los abrazos (los tuyos).
Era la admiración, constantemente quedarme sin palabras
frente a vos y frente a tu increíble belleza –impávido, inmóvil, incrédulo-. Verte
narrar lo que pasaba entre encuentro y encuentro como un cuento, ser un
espectador privilegiado de tus manos y tus labios en movimiento, de cada
palabra hecha canción cuando analizabas, entre risa y risa, entre beso y beso, las
cosas que siempre se me escapaban y que vos (tan increíble y con una dulzura
compasiva), me regalabas esas explicaciones para que yo (tan contento y sin habla),
solo atinara a besarte, a sentirte, sentir lo increíble de esas
situaciones irreales, mágicas. A veces era preguntarme a mí mismo si lo increíble de amanecer y
atardecer y anochecer al lado tuyo, si hacerte upa en momentos impredecibles, si saberte a mi lado, ya no siendo la
inalcanzable chica que me dejó mudo también allá, muy antes, cuando éramos
buenos amigos aquel otoño en la ciudad de las diagonales; preguntarme si todo eso era cierto y estaba pasando.
No, definitivamente no era amor. Lo
excedías total y completamente con tu risa, desarmabas cada una de las palabras
que marcan los límites del concepto con tu solo abrazo que me perdía en el
perfume de tu pelo; y si nos separábamos, aunque sea por un instante, en tus
ojos me hacías comprender que, como dijeron los Ramones, “hoy tu amor, mañana
el mundo”, sintiendo que eras vos para mí, yo para vos, vos y yo para nosotros
(tan tan nosotros) y que si todo comenzaba en algún punto, ese punto de
partida de la historia más feliz era –definitivamente- en tus brazos.
No puedo no sonreír si me detengo a pensar un instante en cada
imagen tuya junto a ese sol entrando por la ventana y dándote de lleno,
perfecta fotografía cotidiana. Las
lluvias en verano tenían otro significado, así como ver ponerse el sol o sentir
la brisa de la tarde en la piel, en las manos que rehusaban soltarse, cerrar los
ojos y pensar en una mejoría en el mundo que, aunque leve, lo mismo era renovadora, una
mejoría verdadera, inspiradora, nueva. Juntos.
Y es que hoy, como cada tres, extraño cada
mínimo detalle tan único de nuestro único mundo. Otra vez la
sonrisa inevitable ante el recuerdo (vivo, inmensamente vivo) de esa imagen nuestra
descubriendo –envueltos en muchas risas, como siempre- los apodos de batracios
miniatura y pequeñas frutas que tan bien nos quedaban.
Algún día sabrás, por fin, que todos los días,
pero un poquito más cada tres, extraño todo de vos, y te pienso y te sonrío.
Un cronopio.
Comentarios