Que
los encuentros con vos sean mágicos. Que me mires mirarte y jugar
una, dos, mil tardes. Recorrernos con los ojos y también con las
manos entrelazadas, jugando a reconocerse, soltándose caricia
soltándonos besos en la punta de la nariz. Que me cuentes de vos, de
tus sueños. Vivir el tiempo, e s t i r a r l o c o m o c h i c l e, perdiéndome en
el recorrido de los ojos azules que trazan caminos y vaivenes que van
y que vienen y se posan en cosas, como pájaros, gorriones azules
cuando contás algo con entusiasmo. Prestarte mis libros y que me
compartas los tuyos, hablar (sea-lo-que-sea) tirados en el suelo.
Verte cotidiana, ser parte de la cotidianidad de tus paisajes.
Escucharte decir cualquier cosa, por más pequeñita que sea. Me
gusta mirarte cuando me hablás de algo que no logro entender del
todo, y tu manera tan resuelta y simpática de explicar. Nuestros
encuentros desbordados de tus ojos azules de esperanza. Tus palabras
certeras. Reconocernos hoy, con nuestra historia a cuestas y no tan a
cuestas.
(Tu
risa que quema/
Todo
yo ardiendo)
Que
en nuestros encuentros nunca te olvides de traer con vos tus
revoluciones. Que las tengas en la mochila, siempre a mano, por si
acaso.
Reírnos
por nuestras coincidencias.
Que
tu abrazo sea fuego, que mi abrazo a su vez te abrase. Y en ese
quemar, descubrirnos y reelegirnos, como fénix, como nuevos
amaneceres.
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