Súbitamente te encuentro aquí de nuevo, no comprendiendo bien por qué ni para qué pero algo sí veo claro: no voy a poder dormir.
Tu figura aparece frente a mí y me interpela, tus ojos que bien conozco y que me resultaron siempre tan irremediablemente atractivos, me lanzan la pregunta de la cual no puedo huir.
"¿Qué pensás hacer?", me dicen tus ojos un poco tristes, pero en qué tristeza ficticia te rearmo y te coloco si vos sos vida pura saliendo de tus brazos, de tu pelo, de la planta de tus pies y de tus costados, de tu espalda hermosa y la curva simétrica de tus hombros. Si vos emanás auténtica vida y tus miradas tienen el perfume de lo inolvidable. No, vos no sos tristeza. Yo soy tristeza, y más lo soy en medio de esta soledad que me aplasta como a una hormiga. Y lo sé, pero lo mismo imagino que tenés la mirada un poco triste, solo un poquito, un apenitas. Claramente me equivoco (como en casi todo, como casi siempre), pero es un salvoconducto para no sentirme tan miserable por el hecho de que no estés hoy de este lado.
¿Qué pensás hacer? Varias veces me sorprendo de repente pensando en eso, haciéndome esa pregunta una y otra vez, cuando los golpes de honestidad acuden a mí y caigo en la cuenta que el paso del tiempo y nuestras recíprocas ausencias no hacen más que diluir la respuesta. ¿Qué pensás hacer?, ¿Qué pienso hacer?, salir corriendo a buscarte entre los mares de gente y calles, entre los autos y colectivos no es una opción, sobre todo cuando logro frenar a tiempo esos impulsos, y ver la idiotez que significaría para vos, tan libre, que yo, tan desesperado, acuda a buscarte, a decirte sin tapujos ni eufemismos que si tengo que contar las personas que quiero, a las que realmente quiero, podría hacerlo con una mano y que vos estás en el dedo gordo. Que te extraño (que no es novedad), que te quiero en mi vida revoloteando golondrina.
Que a veces juego con las palabras, las cambio de forma y de orden [Qué vas a hacer/ hacer a qué vas/ qué hacer a vas, y así], para que el sinsentido de la pregunta me evada un ratito del rito de extrañarte, única respuesta posible. Pero hoy no. Hoy no puedo evadirlo.
A esta altura de la noche, cuando recuerdo sin prisa cada uno de tus detalles, cada gesto, cada sonrisa y tu forma de ver el mundo, me es inevitable sentirme un poco como Bioy en sus cartas, sabiendo que vos sabés "(…)que te admiro, que te respeto, que me gustas, que me diviertes, que me emocionas, que te adoro. Que el mundo sin ti, que ahora me toca, me deprime y que sería muy desdichado de no encontrarnos en el futuro."
Todo parece claro. Amanece. Y te extraño.
Comentarios