“Tanto para nada; más de una vez me sugerí a mí mismo que dejase de lado esa loca loca idea de reciprocidad. Ahora sé cómo se siente, es como una estafa consentida, como cuando tácitamente aceptamos el discurso armado del vendedor de baratijas en el tren, “lléveselo señora, el abrelatas más versátil de todo el mundo”. Todo se va sucediendo tan rápido, mi amor, que no me doy cuenta, aun no abro los ojos, tal vez no quiera o lo que siento por vos no me deja abrirlos; me siento un perfecto imbécil, ante vos, pero sobre todo ante mí mismo, humillado hasta el hueso, olvidado hace rato ya, mirándome otra vez en este espejo, otra vez darme un cachetazo porque no es posible, definitivamente no es posible que eso que está ahí, dando lástima, perro mojado, no es posible que sea yo.
Eso, y saber que aún tenemos una charla pendiente, ya hice la apuesta conmigo mismo, sé que será un golpe de gracia, pero vos tenés ganas de hablar. “cuentas claras conservan la amistad” suelen decir los más grandes, a mí no me interesa ser tu amigo, no puedo ni podría jamás verte como una amiga, pero vos tenés ganas de hablar. Y sé que luego me vas a sonreír igual, y tu sonrisa vendrá desde lejos, pero no más allá de una mueca que se dibujará en tu rostro, plástica, superficial, etérea.
Lástima, te quise demasiado; no nos aprovechamos como la planta al Sol para su fotosíntesis, sino que nos entregamos sabiendo de antemano que nos íbamos a lastimar, una recíproca negación, un encuentro para el desencuentro, para menoscabarnos en el instante mismo del contacto.
Lástima, te quise demasiado...
Y dejando la carta sobre la mesa, prendió fuego un papel, accidentalmente el que contenía el desahogo de un corazón, carta continente, amor contenido; y se fue a dormir, sin pensar más en el asunto del fuego, de la carta y de la despedida.”
FIN
UN CRONOPIO
Comentarios