"¿Cómo controlar aquello que sentía? Su rabia por saber que estaba haciendo el ridículo y no obstante seguir haciéndolo para goce de Ella y de sus “mejores amigos” (tenía una certeza sin base, sin fundamento, pero él creía que era así), esa rabia lo sumía en varias horas de pensamiento y mates con sabor a insomnio, una noche que de un cachetazo lo encontró solo, mirando hacia la pared, a veces escribiendo, pero buscando una solución (tal vez definitiva) a eso que le venía aconteciendo.
“No, no tenés definitivamente nada que hacer acá” –pensaba-. ¿Qué importancia tendría para Ella? Si las conversaciones se dilataban en un tiempo que le quitaban naturaleza de conversación, arrancándole las palabras, a ella que disfrutaba ver como tenía que hablarle a pedido de parte. Con todas las sensaciones mezcladas intentaba siempre poner buena cara, quería demostrar (en vano, como tiene que ser) que era él el de “la experiencia”, que sabía manejar estas situaciones, producto de vivencias pasadas. Pero lo cierto es que no podía… ¿cómo poder? Si el tiempo para él no vino acompañado de esas experiencias que serían el manotazo de ahogado para salir airoso y bien parado esta vez, si sus pocas experiencias amorosas (le costaba rotular esta última como “amorosa”) siempre terminaron de una forma semejante a un total desastre, y, por último Ella, mucho menor que él y con el panorama clarísimo.
“Es que soy chapado a la antigua” se dijo, mirándose al espejo, con una sonrisa burlona en su rostro antes de volver a sentarse en su escritorio y ver el mate ya lavado.
Pensaba en Ella, a más no poder, no quería admitir que se estaba enamorando, no era esa la palabra, no era eso lo que sentía (y se engañaba otra vez, otra vez colocaba el velo de mediocridad para negarlo y negarse, una vez más), pero no podía definirlo de otra forma, todos se escandalizarían abruptamente, al conocer los verdaderos ribetes de la historieta, de saber que fueron solamente tres días, que aunque sirvieron para poner broche a un año no tan bueno, no dejaron de ser tres días. (Sí, definitivamente la noticia provocaría el escándalo).
Recordaba aquella situación vivida de su mano en esa fiesta, eso que le dolió como hacía mucho algo no le comprimía el corazón de esa manera, y las palabras que se decía para sí: “Qué podés exigir, eh? Decime qué es lo que podés exigir. Hay tanto en lo que difieren, no deberías estar ni siquiera un poco triste… es verdad, la chica te dio vuelta la cabeza, pero las diferencias generacionales se notan a la legua hermano; ella está en su plenitud ¿y vos? Mirate. En un rincón, mirando hacia abajo, viendo su diversión desde lejos (desde bastante lejos). No deberías hacerte tanto problema, sentís que la querés no? Se ve que no aprendiste nada. Qué nos queda en el tintero? Una sonrisa que no sabe disimular lo que está pasando, que intenta poner un alto a lo que sucede en el interior. Y ella lo sabe, pero no puede hacer nada, no debe ni tiene que hacer nada, no corresponde… vos sos el de la experiencia, no? No me hagas reír, no nos engañemos ni un minuto más… bonita la forma de volver a jugar este juego. Dos y media de la madrugada y ya con estas contradicciones? Dejá algo para el resto de la noche; ya te lo advertía Julio, ‘nadie lo sacará de sus casillas’”.
Todo le pareció extremadamente familiar, raro, pero familiar; y en silencio escuchaba sus pensamientos, que traían a su mente las palabras que ella repetía con un altruismo desapegado y sin compromiso, con esa sensación de decirlo únicamente por decirlo, sin ganas de que le exijan nada pero diciendo que no se haga problemas lo mismo. Ya lo había vivido, ya otras (pocas) mujeres intentaron calmar sus olas de celos recalcitrantes (si es que eran eso) utilizando una a una las mismas palabras, como si contaran con un libro lleno de frases inútiles para calmar los ridículos que se manifiestan cuando el corazón es el que está hablando y al frente de las acciones.
Estaba decidido a olvidarla, a dejar todo (por lo pronto) como un lindo recuerdo, que es como Ella lo guardó, un lindo recuerdo, recuerdo y nada más. Él supo que la suerte estaba echada, que lo que sufrió (y durante el silencio, la noche y el mate amargo, sigue sufriendo) le servirá para crecer, para encerrarse un poco más, y para que, al combinarlo con los anteriores años de extrema soledad, sumaría una página más al libro que narra la Historia de su Vida.
Decidir el alejamiento, pero el alejamiento liso y llano, sin reincidir como hasta ahora lo venía haciendo. Por ahora, y pese a lo que pensaba y quería creer, no podrían estar juntos. Las etapas que ambos vivían no permitían captar con igual dimensión esa historia que flotaba en el aire, con una (si se quiere) total entrega por un lado, y por el otro, la no recepción de ese salto, no aprehensión de lo que estaba ocurriendo, con una deliberada negligencia que lo aniquilaba por dentro. El tiempo enseñaría tal vez a comprender el valor de todo lo que él le decía y hacía por ella; y a él, le enseñaría a mirar más atentamente a las personas, poniendo cierta distancia antes de que sea demasiado tarde. Esa noche pensó hasta el hartazgo la forma en que su despedida se llevaría a cabo. Pensó primero en una carta, detallando una a una las vivencias lindas y las no tanto, algo así como pararse en el fiel de la balanza y relatarlo desde ahí, sin recriminar ni agradecer por nada.
Descartó la idea desde el vamos, comprendió bien el rechazo que a ella le generaba recibir una carta (él supuso que ese rechazo derivaba de una suerte de obligación moral de enviar respuesta epistolar, pero nunca le dijo nada). Hablarlo sería también en vano, no soportaba seguir haciendo el ridículo (“un poco de amor propio, che!” le habían dicho, entre mates y charlas alguna tarde).
Decidió la inercia, dejar que las cosas solas se acomoden, para bien o para mal, pero decidió no interferir más en su curso; ambos debían crecer en demasiados aspectos como para exigirse algo ahora. La inercia sería la salida más digna, y solamente escribió en un papel (que luego guardó en su billetera, ya determinaría qué hacer con él) la siguiente frase: “Era por amor…”
UN CRONOPIO
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