“Qui si convien lasciare ogni sospetto; /
Ogni viltá convien che qui sia morta”
[Déjese aquí cuanto sea recelo;/
Mátese aquí cuanto sea vileza. (Dante, La divina comedia)]
“No podrían juzgarme porque hice lo que hice. Si actué de esa manera, fue por algo que sentí dentro mío, y nunca lo entenderían, justamente por no estar en mi interior, con mis contradicciones y mis pesares y mis alegrías de todos los días.
Y quiénes son ustedes, por qué se creen con derecho a portar la espada y amenazarme, como a Damocles, con derrumbar tantos sueños, tantos intentos de vuelo, y, para darles la razón (sé que les gusta que les den la razón), tantos deseos de estar equivocado.
Servir la comida por la derecha, retirar los platos por la izquierda, ‘por favor’ y ‘gracias’, esto está bien, aquello está mal. Todo eso está impuesto y dispuesto para amoldar la conducta en dirección a lo banal y no enfocarse en lo realmente importante. Sino, cómo se explica que, hasta no hace mucho, el refrán por excelencia era el que aseguraba que para el amor no hay edades, y a la fecha, una diferencia de cuatro, seis o más años, es causal para autorreprimirnos y no hacer lo que sentimos (vaya si lo sentimos), por temor, a qué, por qué, nadie sabe, pero inculcan el miedo lo mismo, y terminamos por creerlo primero y sentirlo después.
Eso, y sentir las erupciones de querer ser libre y empezar, de a poquito, a mandar al carajo a todos esos valores sociales impuestos.
¿Qué hace falta que quede demostrado, para que decidas emprender este vuelo juntos? Aborrezco y escupo los cánones y valores sociales. De eso podés estar segura y tranquila.
Pero vos... ¿Estás dispuesta a saltar conmigo, a escupir y ser fugitivos los dos de esta sociedad prejuiciosa? ¿Estás dispuesta a reírte conmigo, a burlarnos del sistema y de su plexo de valores asquerosos?
Trabajaremos duro, eso queda fuera de discusión. Romperemos los esquemas que nos obligan a callar y a dejar pasar la oportunidad de ser felices. Y es que me niego. Me niego rotundamente a aceptar que lo nuestro es imposible, y que esa imposibilidad no proviene de ninguno de nosotros dos. Ahí sí tendría sentido...
Porque ¿quiénes somos, sino los principales interesados, los más capacitados para decidir sobre lo que queremos? Nosotros somos los únicos artífices de nuestro propio destino, como dicen. Por eso, rechazo de plano el “no se puede” que provenga de afuera.
Es mi opinión, y quiero que la sepan todos aquellos que quieran venir a imponerse.
Imaginemos el amanecer, lejos de las acusaciones, solamente nosotros dos y el sentimiento de habérnosla jugado, de una vez, todo por el todo; nosotros y el sentimiento de que ganamos la batalla, mi amor.”
FIN
UN CRONOPIO
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