“¿Qué es esta sensación? ¿A quién tengo que realmente rendirle cuentas, si es que realmente tengo que rendir cuentas?. No sé porque tengo este sentimiento amargo dentro mío, me siento una perfecta basura. (primer hora de tren camino a casa).
No puedo desprenderme de esto. El sentimiento de creer estar arruinando algo, y ver que se va todo al quinto carajo... entiendo que no se puede quedar bien con dios y con el diablo –como dice la gente- pero al menos quisiera quitarme esta sensación de “cuasi-culpa”, una culpa que se queda a mitad de camino, porque todo esto que (creo que) nos pasa no es posible (no puede serlo).
Imposible. Imposibilidades que vuelan a nuestro alrededor, están aquí, se sienten flotar en el aire, resueltas, muy cómodas y manifiestas. Se instalan, nos hostigan, nos hieren y nos obligan al silencio, a dejar pasar la oportunidad –de quién sabe qué, pero dejándola pasar lo mismo- callando...
¿Por qué volví a ver la foto? Quién sabe, fue como una suerte acto reflejo, casi involuntario. Comenzás a gustarme.
Pero alejo la vista de tu imagen y otra vez lo imposible, otra vez el “no-se-pue-de” como niebla, espesa y obscura y sofocante que aparece y por momentos no me deja respirar.
¿Por qué volví a recordarte? Quién sabe, necesitaba amarte una vez más en mi mente, recorrerte infinitamente, desamarte(*)... quería ponerme a prueba –otra vez- y no quise admitir que lo mejor sería (y es) dejarte volar, no insistir, no pensar más, no buscar, no encontrar.
Otra vez, rescato desde no tan lejos, eso que venía pensando, aquello de que no hacemos alguna que otra cosa porque no se puede, o porque no se debe, pero nunca decimos por qué no se puede, por qué no se debe... no cuestionamos, sólo acatamos los “códigos” (los tan manoseados, lo que nadie sabe bien qué son o cuántas reglas contienen –me incluyo- pero se siguen mencionando para vanagloriarse y no sentirse tan basura).
Y uno así va, tratando de ser feliz, de no romper esos “códigos”. Y no los entiendo, ni a los códigos ni a los que los siguen ciegamente. No comprendo, no delimito, no aprecio realmente su dimensión. Pero así voy, sin pensar, acatando y no atacando, porque no se puede, porque no se debe, y no cuestionando por qué no se puede, por qué no se debe. Cosas así me quitan las horas de sueño.
Mañana tal vez estaremos mejor, donde se pueda, cuando se pueda, quién sabe...”
No puedo desprenderme de esto. El sentimiento de creer estar arruinando algo, y ver que se va todo al quinto carajo... entiendo que no se puede quedar bien con dios y con el diablo –como dice la gente- pero al menos quisiera quitarme esta sensación de “cuasi-culpa”, una culpa que se queda a mitad de camino, porque todo esto que (creo que) nos pasa no es posible (no puede serlo).
Imposible. Imposibilidades que vuelan a nuestro alrededor, están aquí, se sienten flotar en el aire, resueltas, muy cómodas y manifiestas. Se instalan, nos hostigan, nos hieren y nos obligan al silencio, a dejar pasar la oportunidad –de quién sabe qué, pero dejándola pasar lo mismo- callando...
¿Por qué volví a ver la foto? Quién sabe, fue como una suerte acto reflejo, casi involuntario. Comenzás a gustarme.
Pero alejo la vista de tu imagen y otra vez lo imposible, otra vez el “no-se-pue-de” como niebla, espesa y obscura y sofocante que aparece y por momentos no me deja respirar.
¿Por qué volví a recordarte? Quién sabe, necesitaba amarte una vez más en mi mente, recorrerte infinitamente, desamarte(*)... quería ponerme a prueba –otra vez- y no quise admitir que lo mejor sería (y es) dejarte volar, no insistir, no pensar más, no buscar, no encontrar.
Otra vez, rescato desde no tan lejos, eso que venía pensando, aquello de que no hacemos alguna que otra cosa porque no se puede, o porque no se debe, pero nunca decimos por qué no se puede, por qué no se debe... no cuestionamos, sólo acatamos los “códigos” (los tan manoseados, lo que nadie sabe bien qué son o cuántas reglas contienen –me incluyo- pero se siguen mencionando para vanagloriarse y no sentirse tan basura).
Y uno así va, tratando de ser feliz, de no romper esos “códigos”. Y no los entiendo, ni a los códigos ni a los que los siguen ciegamente. No comprendo, no delimito, no aprecio realmente su dimensión. Pero así voy, sin pensar, acatando y no atacando, porque no se puede, porque no se debe, y no cuestionando por qué no se puede, por qué no se debe. Cosas así me quitan las horas de sueño.
Mañana tal vez estaremos mejor, donde se pueda, cuando se pueda, quién sabe...”
UN CRONOPIO
(*) Nota de este cronopio: La versión original, contenía las palabras “ARMARTE” y “DESARMARTE” en lugar de las que actualmente se encuentran en el relato, respectivamente.
Comentarios