“Ay,
mujer de la sonrisa perfecta… -suspiró en aquella noche extrañamente fría- cuántas
noches más habré de pensarte, cuántas hipotéticas situaciones que nos
encuentran de la mano, juntos pese a nuestras diferencias, deberé seguir
imaginando hasta lograr alcanzarte…
Pero
qué difícil se me hace llegar a vos, a tu cariño. Siento que no alcanza con
quererte como te quiero, pensarte como te pienso, ni sentirte y extrañarte
como así lo hago.
Mujer
de la sonrisa perfecta. Si pudiera cambiar esos actos del pasado que tanto te
lastimaron. Si pudieras entender que desde que te conocí todo ha sido alegría y
renovadas esperanzas y que ahora (como ves) todo se está derrumbando, sentimientos corroídos
que me muerden los tobillos, esa incomodidad de pensarte y repensarte cada
noche.
Quisiera
poder tener la infantil certeza de que estás hoy pensando en mí, pese al enojo, al consecuente alejamiento y al denso silencio de cripta que nos azota; pese a
eso quisiera saber que estás ahí, firme para cuando la caída, dulce para
recibirme en tus brazos-refugio, plena, viva, alegre, simple y heroica mujer de
la sonrisa perfecta.
Nada
anda bien entre nosotros –verdades supinas- y es constante preguntarme qué será
de vos, de mí, de todo este cariño que tengo entre las manos y que brota por mi
piel, por mis ojos cuando te veo. Me pregunto si estaremos condenados a arrojar
contra la pared del olvido y la indiferencia tanto sentimiento. Y todo me
desarma. Tu alejamiento que golpea en las sienes, este espejo donde hoy no me
veo como siempre, donde tal vez mi cara demuestra que perderte va a ser uno de
esos crasos errores que marcan a fuego el presente y repite la tristeza a
futuro, cuando la nostalgia y el mate amargo.
Ay,
mujer de la sonrisa perfecta –y suspiró nueva e involuntariamente-, te espero y
espero que sea lo que tenga que ser, pero no puedo resignar así nomás todo lo
que alguna vez sentimos; qué hacer con todo esto, si desde el instante mismo del
contacto, desde aquel primer día en que descubrí tanto en vos, te mantuviste presente y ahora todo es pensarte y pensarte y pensarte más.
Cada
alejamiento, cada hora que pasa y no estás con tu risa inundando mi mundo, cada
momento de este segundo encuentro nocturno con el mate y los pensamientos (sin
rodeos pensarte para mí), cada silencio que hiela la sangre, hace que me
encuentre raro, desconcentrado y desconcertado. Es que no sé qué va a pasar de
acá a un futuro próximo, pero sé que quiero estar con vos.
Si
de mí dependiera, borraría el pasado que tanto te atormenta, y comenzaríamos
nuevamente, sin traspiés, para ser –como diría Mario Benedetti- mucho más que
dos cuando caminemos codo a codo, sintiendo que tus manos son mi caricia, mis
acordes cotidianos…
Y
otra vez (tu) silencio. Sufriéndolo, invento algún motivo para mentirme –otra vez-
que no todo es lo que parece; que tu silencio no es esa ‘bonita forma de poner
distancia’ que tanto duele en este momento. Resuelvo entonces la soledad, esa
maldita compañera que estuvo tanto tiempo a mi lado y que creí que al conocerte
iba a dejarme en paz. La invito a que se siente junto a mí y le cuento esta
nueva historia, mis desventajas, mis desamores, mis infortunios. No hace más
que escucharme, segura de sí misma porque siempre supo que, aunque anhele
estar bien y lo intente una, dos, diez, dos mil veces, voy a acudir a ella
cabizbajo, dándole de antemano toda la razón.
No
sabés cuánto tardé en escribirte hoy, a pesar de conocer el obvio desenlace, la
respuesta fría (“qué lindo lo que escribiste y gracias por compartirlo. Besos”)
y sentir en los hombros crecer la distancia que no logro romper y que, si el
peso es demasiado, me obligará a tirar la toalla, a abandonar el barco, y a todas esas metáforas que usamos para no admitir -de frente y como un violento cachetazo- que nos rendimos.
Y hoy escribo estas palabras finales, mujer
de la sonrisa perfecta, sintiendo que tu felicidad es lejos de mí, tal vez –y más
que un tal vez, una certeza que desconozco se impone por sobre toda hesitación-
muchos vendrán detrás y lograrán despertar esas risas que otrora te robaba, y te
darán el cariño que no pude darte, por ser todo esto una consecución de errores
tras errores tras errores, por tantas confusiones y malos entendidos que te
alejaron y que esta noche ya no tiene sentido sacarlos a relucir.
Como si algo entre tanta tristeza pudiera tener un poco de brillo…”
Como si algo entre tanta tristeza pudiera tener un poco de brillo…”
Un Cronopio.
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