"Nos despedimos, un beso
amistoso tan cerca de la boca, y
todo se detuvo, para
sentir en mis sienes el corazón latiendo
el alma latiendo, como intentando salir
ese beso clausuró la noche (y que tal vez vos ni advertiste), inmovilizándome por completo
tan cerca,
desesperadamente tan cerca de donde se unen los labios,
cerca del punto final de
la boca que evita que ‘beso, ergo sonrisa’ sea
literalmente de oreja a oreja.
Y ahí –eterna- tu boca: inocente, infinita, increíble.
Tanto, tanto sentir
brotando por la piel, las manos que tiemblan,
la voz que no sale, no hay
sonidos, pese al alma latiendo, ganó el silencio.
Y bajaste del auto,
risueña, tan divertida, somnolienta y soñadora esa noche.
Con la alegría en cada
paso, en cada risa, hasta en la forma de encender cada cigarrillo nocturno.
Uno, dos, seis, diez pasos
hasta la puerta de tu casa dejándome perturbado, inmóvil,
sin reacción, inmerso en
el ‘no-tiempo’ de tu beso.
Tan cerca tu boca de mi
boca, tantas cosas para decirte y, no obstante, silencio...
las manos que siguen temblando
y vos que te alejás despacio,
quiero gritarte que te
quedes conmigo, buscar una excusa para seguir en tu compañía
y no puedo, no logro recuperarme.
Con lo último de mí que me
queda
y que no te llevaste con
vos –aunque no lo sepas-, te sonreí,
esperé que abrieras la
puerta y te observé un instante
-que fueron años-, resuelta y sin perder la sonrisa, dijiste ese ‘buenas noches’ que nos devolvió a la realidad,
esa realidad que nos encuentra
a vos (ya) durmiendo y a mí soñándote despierto,
dándome cuenta que después
de tu beso, todo se volvió un ‘no-tiempo’
algo que quedó suspendido
hasta que mañana me escribas, como dijiste,
antes de darme ese beso
que aún me mantiene inmóvil."
Un Cronopio.
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