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Los monstruos.



Siento que me refugio en la madrugada, y no es algo de ahora, ya hace tiempo empecé a darme cuenta que todo pierde sentido (y lo gana a la vez) alrededor de esta hora. Me paseo saltando de red social en red social. La gran F, el pájaro, la cámara. La competencia moral y perritos en adopción, las sentencias en 140/280 caracteres. El ego paisajes autofoto, click, la chica que me gusta con un nuevo amor. Golpe bajo y cuenta de protección. Una, dos, diez veces así. De atrás para adelante, arrastre hacia abajo y suelte para actualizar.
Total oscuridad excepto el teléfono. Me destapo un poco una pierna y con ese fresco, una bocanada de realidad que me advierte que hasta ese momento todo estaba viciado; la completa oscuridad en cierta forma me protege de lo que a la luz del día es inevitable: la ropa toda desparramada en el suelo, y sin embargo la piso y sigo. Libros, tambores, cables, más ropa, dinero. Todo en estado catastrófico de abandono y no hago el mínimo esfuerzo por poner un poco de orden, me voy chocando una silla, piso una camisa, pateo un libro, otro, las huellas de tierra en la contratapa de los artificios de Borges (tamaño sacrilegio, menuda profanación). La vida desde el prisma del desastre, desde la más pura desesperanza. Los bollos de camisas y sábanas y todos los fuegos el fuego y una silla que forma una columna que se desborda de más ropa y zapatillas forman un círculo alrededor de mi cama, como cocodrilos hambrientos me acechan en la oscuridad. Sé que son camisas, sé que son reflejo de mi actual miserable decadencia. Pero esta noche son monstruos; no quiero que dormido cuelguen mis manos y que todo esté perdido. Cama refugio. Madrugada refugio. Acá los monstruos no me alcanzan. No siento miedo, no siento nada. Tal vez un poco de pena y autocompasión, una palmadita en la espalda y tratar de dormir porque sé que la rutina ya me ganó, su alarma sonará en tres horas, buenos días es una forma de decir pero no puedo andar culpando al resto aunque tengan cuota de responsabilidad. 
En el medio de todo ésto, siento el fuego que se va apagando. Los ojos que ya no miran, hacer el nudo de la corbata, saludar, buenos días y éxitos (si supiera). Cumplo las obligaciones a medias y sólo deseo que llegue el fin del día, para mentirme que me voy a dormir temprano esta noche, como todas las noches, y encerrarme en este refugio, donde estoy rodeado de monstruos, una madrugada más entre tantas otras. 



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